Continuación de la segunda Tablilla
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Viene ahora el relato de la Tierra y su oro; es un relato del Principio, y de cómo los dioses celestiales fueron creados.
En el Principio, cuando en el Arriba los dioses de los cielos no habían sido llamados a ser, y en el Ki de Abajo, el Suelo Firme aún no había sido nombrado, solo en el vacío existía Apsu, su Engendrador Primordial.
En las alturas del Arriba, los dioses celestiales aún no habían sido creados; en las aguas del Abajo, los dioses celestiales aún no habían aparecido. Arriba y Abajo, los dioses aún no habían sido formados, los destinos aún no se habían decretado.
Ninguna caña se había formado aún, ni tierra pantanosa había aparecido; Apsu, solo, reinaba en el vacío. Desúés, mediante los vientos de Apsu, las aguas primordiales se mezclaron, un hábil y divino conjuro lanzó Apsu sobre las aguas. Sobre la profundidad del vacío, él vertió un profundo sueño; Tiamat, la Madre de Todo, forjó como esposa para sí mismo. ¡Una madre celestial, era ciertamente una belleza acuosa! Junto a él, Apsu trajo después al pequeño Mummu, como un mensajero suyo lo nombró, para hacerle un presente a Tiamat. Un regalo resplandeciente concedió Apsu a su esposa: ¡un radiante metal, el imperecedero oro, para que sólo ella lo poseyera!
Después fue cuando los dos mezclaron sus aguas, para que salieran entre ellos los hijos divinos. Varón y hembra fueron creados los celestiales; Lahmu y Lahamu pos nombres se les dieron. En el Abajo, Apsu y Tiamat les hicieron una morada. Antes de que hubieran crecido en edad y en estatura, en las aguas del Arriba, Anshar y Kishar fueron formados, sobrepasando a sus hermanos en tamaño. Los dos fueron forjados como pareja celestial; un hijo, An, en los cielos distantes fue su heredero. Después, Antu, para ser su esposa, fue creada como igual de An; la morada de ambos se hizo como frontera de las Aguas Superiores. Así fueron creadas tres parejas celestes, Abajo y Arriba, en las profundidades; por sus nombres se les llamó, ellos formaron la familia de Apsu con Mummu y Tiamat.
En aquel tiempo, Nibiru aún no se había visto, la Tierra aún no había sido llamada ser. Estaban mezcladas las aguas celestes; aún no estaban separadas por un Brazalete Repujado.
En aquel tiempo, las vueltas aún no estaban del todo diseñadas; los destinos de los dioses aún no estaban firmemente decretados; los parientes celestiales se agrupaban; erráticos eran sus caminos. Para Apsu, sus caminos eran ciertamente detestables; Tiamat, sin poder descansar, se sentía agraviada y enfuerecida. Una multitud formó para que marcharan a su lado, una multitud rugiente y terrible creó contra los hijos de Apsu. En total, once de esta especie creó; ella hizo al primogénito, Kingu, jefe entre ellos.
Cuando los dioses celestiales oyeron esto, en consejo se reunieron. ¡Ha elevado a Kingu, le ha dado mando hasta el grado de An!, se dijeron entre sí. Una Tablilla de Destino en su pecho ha puesto, para que se procure su propia vuelta, ha instruido a su vastago Kingu para combatir contra los dioses. ¿Quién se resistirá a Tiamat?, los dioses se preguntaron entre sí. Ninguno en sus vueltas se adelantó, ninguno llevaría un arma para la batalla.
En aquel tiempo, en el corazón de lo Profundo fue engendrado un dios, nació en una Cámara de Hados, un lugar de destinos. Un hábil Creador lo forjó, era hijo de su propio Sol. Desde lo Profundo, donde fue engendrado, el dios se separó de su familia en un arrebato; con él llevaba un regalo de su Creador, la Simiente de Vida. Puso rumbo hacia el vacío; un nuevo destino estaba buscando. La primera en atisbar al celestial errante fue la siempre atenta Antu. Su figura era atractiva, resplandecía radiante, señoriales eran sus andares, extremadamente grande era su curso. De todos los dioses era el más elevado, su vuelta sobrepasaba a las de los demás. La primera en vislumbrarlo fue Antu, de cuyo pecho ningún hijo había mamado. ¡Ven, sé mi hijo!, le llamó. ¡Deja que sea tu madre! Ella le arrojó su red y le dio la bienvenida, hizo su rumbo adecuado para el propósito. Sus palabras llenaron de orgullo el corazón del recién llegado; aquella que lo criaría lo hizo altivo. Su cabeza hasta el doble de su tamaño creció; cuatro miembros a sus lados le brotaron. Él movió sus labios en reconocimiento, un fuego divino fulguró desde ellos. Viró su rumbo hacia Antu, y no tardó en mostrar su rostro a An. Cuando An lo vio, ¡Hijo mío!, exaltado gritó. ¡Para el liderazgo se te confiará! ¡Junto a ti, una hueste serán tus sirvientes! ¡Que Nibiru sea tu nombre, conocido por siempre como Cruce!
Él se postró ante Nibiru, volvió su rostro ante el paso de Nibiru; extendió su red, cuatro sirvientes formó para Nibiru, para que fueran, junto a él, su hueste: el Viento Sur, el Viento Norte, el Viento Este, el Viento Oeste. Con el corazón gozoso, An anunció a Anshar, su predecesor, la llegada de Nibiru. Al oír esto, Anshar envió a Gaga, que estaba a su lado, como emisario. Palabras de sabiduría le transmitió a An, para asignarle una tarea a Nibiru. Él le encargó a Gaga que pusiera voz a lo que había en su corazón, a An decirle así: Tiamat, la que nos engendró, ahora nos detesta; ha puesto en pie una hueste de guerra, está enfurecida y llena de ira. Contra los dioses, sus hijos, once guerreros marchan a su lado; de entre ellos, ha elevado a Kingu, y le ha marcado en el pecho un destino sin derecho. Ningún dios entre nosotros podrá sostenerse frente a su malevolencia, su hueste ha puesto el miedo en todos nosotros. ¡Que Nibiru se convierta en nuestro Vengador! ¡Que le venza a Tiamat, que salve nuestras vidas! ¡Para él decreto un hado, que salga y se enfrente a nuestra poderosa enemiga!
Gaga partió hacia An; se postró ante él y las palabras de Anshar repitió. An repitió a Nibiru las palabras de su predecesor, le reveló a él el mensaje de Gaga. Nibiru escuchó maravillado las palabras; fascinado oyó hablar de la madre que devoraría a sus hijos. Sin decirlo, su corazón ya lo había impulsado a salir contra Tiamat. Abrió la boca, y dijo así a An y a Gaga: ¡Si para salvar vuestras vidas he de vencer a Tiamat, convocad a los dioses en asamblea, proclamad supremo mi destino! ¡Que todos los dioses acuerden en consejo hacerme el líder, someterse a mi mandato!
Cuando Lahmu y Lahamu oyeron esto, gritaron agustiados: ¡Extraña era la demanda, no se puede comprender su sentido!, dijeron ellos. Los dioses que decretan los hados consultaron entre sí; accedieron a hacer de Nibiru su vengador, para él decretaron un hado exaltado; ¡A partir de este día, inalterables serán tus mandatos!, le dijeron a él. ¡Ninguno de entre nosotros los dioses transgrediremos tus límites! ¡Ve, Nibiru, sé nuestro Vengador!
Forjaron para él una vuelta principesca para que avanzara hacia Tiamat; le dieron sus bendiciones a Nibiru, le dieron armas terribles a Nibiru. Anshar forjó tres vientos más de Nibiru: el Viento Maligno, el Torbellino, el Viento Sin Par. Kishar llenó su cuerpo con una llama ardorosa, y una red para envolver a Tiamat. Así, listo para la batalla, Nibiru puso rumbo en dirección a Tiamat.
Después fue cuando los dos mezclaron sus aguas, para que salieran entre ellos los hijos divinos. Varón y hembra fueron creados los celestiales; Lahmu y Lahamu pos nombres se les dieron. En el Abajo, Apsu y Tiamat les hicieron una morada. Antes de que hubieran crecido en edad y en estatura, en las aguas del Arriba, Anshar y Kishar fueron formados, sobrepasando a sus hermanos en tamaño. Los dos fueron forjados como pareja celestial; un hijo, An, en los cielos distantes fue su heredero. Después, Antu, para ser su esposa, fue creada como igual de An; la morada de ambos se hizo como frontera de las Aguas Superiores. Así fueron creadas tres parejas celestes, Abajo y Arriba, en las profundidades; por sus nombres se les llamó, ellos formaron la familia de Apsu con Mummu y Tiamat.
En aquel tiempo, Nibiru aún no se había visto, la Tierra aún no había sido llamada ser. Estaban mezcladas las aguas celestes; aún no estaban separadas por un Brazalete Repujado.
En aquel tiempo, las vueltas aún no estaban del todo diseñadas; los destinos de los dioses aún no estaban firmemente decretados; los parientes celestiales se agrupaban; erráticos eran sus caminos. Para Apsu, sus caminos eran ciertamente detestables; Tiamat, sin poder descansar, se sentía agraviada y enfuerecida. Una multitud formó para que marcharan a su lado, una multitud rugiente y terrible creó contra los hijos de Apsu. En total, once de esta especie creó; ella hizo al primogénito, Kingu, jefe entre ellos.
Cuando los dioses celestiales oyeron esto, en consejo se reunieron. ¡Ha elevado a Kingu, le ha dado mando hasta el grado de An!, se dijeron entre sí. Una Tablilla de Destino en su pecho ha puesto, para que se procure su propia vuelta, ha instruido a su vastago Kingu para combatir contra los dioses. ¿Quién se resistirá a Tiamat?, los dioses se preguntaron entre sí. Ninguno en sus vueltas se adelantó, ninguno llevaría un arma para la batalla.
En aquel tiempo, en el corazón de lo Profundo fue engendrado un dios, nació en una Cámara de Hados, un lugar de destinos. Un hábil Creador lo forjó, era hijo de su propio Sol. Desde lo Profundo, donde fue engendrado, el dios se separó de su familia en un arrebato; con él llevaba un regalo de su Creador, la Simiente de Vida. Puso rumbo hacia el vacío; un nuevo destino estaba buscando. La primera en atisbar al celestial errante fue la siempre atenta Antu. Su figura era atractiva, resplandecía radiante, señoriales eran sus andares, extremadamente grande era su curso. De todos los dioses era el más elevado, su vuelta sobrepasaba a las de los demás. La primera en vislumbrarlo fue Antu, de cuyo pecho ningún hijo había mamado. ¡Ven, sé mi hijo!, le llamó. ¡Deja que sea tu madre! Ella le arrojó su red y le dio la bienvenida, hizo su rumbo adecuado para el propósito. Sus palabras llenaron de orgullo el corazón del recién llegado; aquella que lo criaría lo hizo altivo. Su cabeza hasta el doble de su tamaño creció; cuatro miembros a sus lados le brotaron. Él movió sus labios en reconocimiento, un fuego divino fulguró desde ellos. Viró su rumbo hacia Antu, y no tardó en mostrar su rostro a An. Cuando An lo vio, ¡Hijo mío!, exaltado gritó. ¡Para el liderazgo se te confiará! ¡Junto a ti, una hueste serán tus sirvientes! ¡Que Nibiru sea tu nombre, conocido por siempre como Cruce!
Él se postró ante Nibiru, volvió su rostro ante el paso de Nibiru; extendió su red, cuatro sirvientes formó para Nibiru, para que fueran, junto a él, su hueste: el Viento Sur, el Viento Norte, el Viento Este, el Viento Oeste. Con el corazón gozoso, An anunció a Anshar, su predecesor, la llegada de Nibiru. Al oír esto, Anshar envió a Gaga, que estaba a su lado, como emisario. Palabras de sabiduría le transmitió a An, para asignarle una tarea a Nibiru. Él le encargó a Gaga que pusiera voz a lo que había en su corazón, a An decirle así: Tiamat, la que nos engendró, ahora nos detesta; ha puesto en pie una hueste de guerra, está enfurecida y llena de ira. Contra los dioses, sus hijos, once guerreros marchan a su lado; de entre ellos, ha elevado a Kingu, y le ha marcado en el pecho un destino sin derecho. Ningún dios entre nosotros podrá sostenerse frente a su malevolencia, su hueste ha puesto el miedo en todos nosotros. ¡Que Nibiru se convierta en nuestro Vengador! ¡Que le venza a Tiamat, que salve nuestras vidas! ¡Para él decreto un hado, que salga y se enfrente a nuestra poderosa enemiga!
Gaga partió hacia An; se postró ante él y las palabras de Anshar repitió. An repitió a Nibiru las palabras de su predecesor, le reveló a él el mensaje de Gaga. Nibiru escuchó maravillado las palabras; fascinado oyó hablar de la madre que devoraría a sus hijos. Sin decirlo, su corazón ya lo había impulsado a salir contra Tiamat. Abrió la boca, y dijo así a An y a Gaga: ¡Si para salvar vuestras vidas he de vencer a Tiamat, convocad a los dioses en asamblea, proclamad supremo mi destino! ¡Que todos los dioses acuerden en consejo hacerme el líder, someterse a mi mandato!
Cuando Lahmu y Lahamu oyeron esto, gritaron agustiados: ¡Extraña era la demanda, no se puede comprender su sentido!, dijeron ellos. Los dioses que decretan los hados consultaron entre sí; accedieron a hacer de Nibiru su vengador, para él decretaron un hado exaltado; ¡A partir de este día, inalterables serán tus mandatos!, le dijeron a él. ¡Ninguno de entre nosotros los dioses transgrediremos tus límites! ¡Ve, Nibiru, sé nuestro Vengador!
Forjaron para él una vuelta principesca para que avanzara hacia Tiamat; le dieron sus bendiciones a Nibiru, le dieron armas terribles a Nibiru. Anshar forjó tres vientos más de Nibiru: el Viento Maligno, el Torbellino, el Viento Sin Par. Kishar llenó su cuerpo con una llama ardorosa, y una red para envolver a Tiamat. Así, listo para la batalla, Nibiru puso rumbo en dirección a Tiamat.
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